
El caos y la palabra
- Serie
- Fotograma insolarizado sobre papel Ilford
- 60 x 60 cms

El caos y la palabra
- Serie
- Fotograma insolarizado sobre papel Ilford
- 60 x 60 cms

El caos y la palabra
- Serie
- Fotograma insolarizado sobre papel Ilford
- 60 x 60 cms

El caos y la palabra
- Serie
- Fotograma insolarizado sobre papel Ilford
- 60 x 60 cms

Revelación
- Serie
- Fotograma insolarizado sobre papel Ilford
- 74 x 74 cms

Revelación
- Serie
- Fotograma insolarizado sobre papel Ilford
- 74 x 74 cms

Les mots et les choses. Homenaje a Foucault
- Acero oxicortado y soldado
- 147 x 145 cms

Desencuentros
- Acero oxicortado y oxidado
- 150 x 150 cms
- Colección institucional

Fe en la errata
- Serie
- Acero oxicortado y oxidado
- 75 x 75 cms

Fe en la errata
- Serie
- Acero oxicortado y oxidado
- 75 x 75 cms

Fe en la errata
- Serie
- Acero oxicortado y oxidado
- 75 x 75 cms

Fe en la errata
- Serie
- Acero oxicortado y oxidado
- 75 x 75 cms

Tríptico horizontal
- Acero oxicortado y oxidado
- 40 x 60 cms

Tríptico vertical
- Acero oxicortado y oxidado
- 105 x 35 cms
- Colección particular

Continente-contenido
- Acero oxicortado y plegado
- 24 x 40 x 25 cms
- Colección particular

Platónico
- Acero oxicortado y plegado
- Icosaedro 30 cms arista
Más que dominar el lenguaje somos dominados y condicionados por éste, en su comportamiento, estructura y múltiples trampas. No cabe duda de que somos esclavos de nuestras palabras, y quizá por ello dueños de nuestros silencios. La mayoría de las veces, las palabras nos conducen insospechadamente, sin apenas darnos cuenta, sin entrever las interesadas falacias que quieran insertar en nosotros su engañosa simiente. Estas trampas del lenguaje funcionan como ortopedias de la razón, eliminando la posibilidad de pensar por uno mismo. Así, términos como “daños colaterales” sustituyen a “víctimas civiles”, “ayuda humanitaria” a “ocupación militar”, “desplazados” a “exiliados”, “valla de seguridad” a “muro de la vergüenza”,… y una lista infinita de palabras- trampa (la mayoría mucho más sutiles) que esconden una realidad desviando los significados hacia acomodaticios terrenos. La política encuentra en el lenguaje un magnífico aliado: ya que transformar la realidad es difícil, costoso e improcedente para muchos, al menos designémosla de otro modo, lo que resulta gratuito.
Y es que las palabras atesoran una infinita capacidad de confusión. Seducen muy bien, recorren nuestros oídos y nuestros ojos pintando gozosos paisajes, otorgando cualidades, diluyendo brumas, tachando los sufrimientos, emborronando el olvido…Las palabras saben muy bien vivir por nosotros.