Jugando a buscar el centro 1 (detalle)
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 40 x 85 cms de diámetro
Jugando a buscar el centro 1 (detalle)
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 40 x 85 cms de diámetro
Jugando a buscar el centro 3
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 50 x 62 cms de diámetro
- Colección particular
Jugando a buscar el centro.
Pequeño formato
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 17 x 17 cms de diámetro
- Colección particular
Jugando a buscar el centro 2
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 102 x 35 cms de diámetro
Jugando a buscar el centro 7
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 78 x 27 cms de diámetro
Alter ego
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 60 x 50 x 26 cms de diámetro
El otro y el yo
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 35 x 35 x 17 cms de diámetro
El dos singular
- Pletina, chapa de acero y bola de niquel
- 130 x 90 x 50 cms de diámetro
Par individual
- Acero oxicortado, chapa y bola de niquel
- 50 x 35 x 26 cms de diámetro
Encuentros
- Instalación
- Acero oxicortado y chatarra
- Dimensiones variables
Expulsado del mundo de los adultos, el laberinto fue adoptado por los niños.
Así, el principio constructivo del inremeabilis error mantiene una gran difusión en los tebeos infantiles y en los juguetes, desde las máquinas pinball a las numerosas variables de juegos de habilidad que han de desplazar una o varias bolas sobre un trazado complejo.
La propuesta de Javier Flores se inscribe en este campo, una escultura de acero que ahora sí tiene meta, y que permite mediante giros conducir una bola de níquel hasta el círculo concéntrico interior, o bien en sentido inverso hacia la salida.
Si el laberinto ha adquirido en su evolución todo tipo de connotaciones oscuras y negativas, en este enclave adopta un sentido positivo, como elemento de diversión y aprendizaje.
Moisés Bazán de Huerta